01 MAR 2019

Acción de gracias por el ministerio de don Manuel

Señor Vicario General, hermanos sacerdotes, seminaristas mayores y todos vosotros, hermanos y hermanas en Cristo, que habéis ofrecido esta Eucaristía por el eterno descanso de don Manuel: gracias. Gracias en nombre de su familia, especialmente en nombre de Concha, su hermana, quien lo acompañó, animó, escuchó y cuidó durante toda su vida pastoral. Gracias también en nombre del señor Obispo. Una comunidad cristiana se nutre en el amor a sus sacerdotes, los «otros Cristos»; nuestro pastor me ha pedido que os diese las gracias por mantener vivo el recuerdo de vuestros/nuestros sacerdotes, aquellos que han configurado su vida con Cristo para colaborar con Él, de forma singular, en la redención del Mundo. Y me ha pedido también que os ruegue que sigáis cuidando de los sacerdotes y recéis por nuestro Seminario y por el aumento de las vocaciones.
Y, en obediencia al Señor Vicario General, elevo, en nombre de esta comunidad, mi acción de gracias a Dios por la vida de don Manuel.
Gracias Señor por haberle creado y elegido para el ministerio sacerdotal. Tú sabes de la vida y de los tiempos, porque nos has «inventado» Tú. Y sólo con esta conciencia podremos darte gracias. Y sólo en ese agradecimiento a Ti comprenderemos, un poco, la inmensidad de cada ser humano, la grandeza de cada criatura. Sólo en la acción de gracias a Ti descubrimos que en innumerables ocasiones vivimos aferrados como idiotas a pedacitos de mundo sintiendo vértigo ante la eternidad. Gracias Señor por estar, por ser ese Dios crucificado, de manos heridas y costado abierto que nos invita a aceptar que el dolor y la muerte no son fallos de tu creación, que las llagas y sus cicatrices son compatibles con la resurrección. Gracias porque no eres tacaño, porque nos cuidas y proteges en tu Iglesia y sus sacerdotes. Gracias porque estás, siempre estás, aunque no quepas en nuestras pobres cabezas incapaces de muchas esperanzas.
Gracias por haber llamado a don Manuel a ser configurado contigo, a ser «otro Tú»; gracias por haberle elegido para hacerte presente, real, creíble, tocable. Señor Jesús, don Manuel tenía, y tiene, un amor singular por los seminaristas. Que nosotros, a los que conoce, hoy ya sacerdotes, reconozcamos cada día tu voz y redescubramos que Tú eres el maestro que nos llamó para trasmitir tu gozo a nuestros hermanos. Que nosotros, hoy sacerdotes, nos reencontremos con la seguridad de saber que nadie pierde el tiempo si te busca y te sirve; que nosotros, tus sacerdotes, como don Manuel, no escapemos de tu cruz para alimentar nuestro ego en los manantiales de la mediocridad. Jesús, a Ti y sólo a Ti adoramos. Nosotros, sacerdotes, y toda esta comunidad aquí reunida, te agradece hoy, adorándote, la vida de don Manuel.
Buen Señor: que no miremos a otro lado sino al Cielo y que permanezcamos repitiendo y repitiendo tu nombre hasta el instante en el que nuestra vida y nuestra obra quede también sepultada, al fin, en tu Corazón.